Es bien sabido que el automovilismo es una disciplina deportiva con muy corta memoria. El mantra de que alguien es “tan bueno como su última carrera” no sólo encierra una verdad acerca de la forma de pensar de muchos aficionados y gran parte del mundillo, sino que refleja el frenesí al que se ven sometidos los profesionales que, como cantaba George Harrison en su tema ‘Faster’, “eligieron una vida en los circos”.
Y entonces, como por arte de magia, desaparecen de las ecuaciones las incontables variables inherentes a este deporte. Al final del día, a casi nadie le importa si un estilo de pilotaje se adapta a un monoplaza con unas características de comportamiento determinadas. Pero las fluctuaciones de rendimiento nos ponen sobre la pista de este tipo de sutilezas… y acabamos aterrizando en la Scuderia Toro Rosso del GP de España 2016 en adelante, en pleno descanso veraniego. El botín de Daniil Kvyat hasta la fecha no tiene ni punto de comparación con el de Sainz, a pesar de que en 2015 ganara a los puntos (una estadística es una estadística) a un ‘top driver’ como Daniel Ricciardo. Sin embargo, si Sainz sabe lo que le conviene y tiene más memoria que la mayoría de los aficionados, debería tener bien presente la evolución de ambos compañeros durante la temporada 2013 de GP3… y no bajar la guardia.
El campeón de GP3 del 2013, Daniil Kvyat, ganó tres carreras ese año… y todas tras la pausa estival. Es más, por estas fechas, casi todo el mundo apostaba por Carlos Sainz y Antonio Félix da Costa como la pareja que relevaría a Daniel Ricciardo y Jean-Eric Vergne en Toro Rosso para el 2014. Pero, hasta ese momento de agosto, Sainz era el compañero de Kvyat que había logrado dos podios frente a un cajón solitario del ruso, ambos a la sombra del rumano Robert Visoiu (¿se acuerdan de él?, pues llevaba dos triunfos frente a los ‘protegidos’). Los tres corrían con el equipo MW Arden (cuyos propietarios eran dos hombres de la órbita Red Bull como Mark Webber y Christian Horner).
Daniil Kvyat encara la subida por Eau Rogue con su Arden GP3, en la cita de Bélgica 2013.
En realidad, poca gente esperaba gran cosa de Kvyat aquel año, básicamente porque el salto de Fórmula Renault 2.0 a GP3 era considerable; no tanto por el nivel de prestaciones de los monoplazas, como por el nivel de sus rivales en la parrilla, mucho más curtidos y reputados por norma general.
En las seis carreras que componían la segunda mitad del mundial de GP3, Kvyat se hizo con todas las victorias en las carreras principales de los sábados, acabando entre los seis primeros en los ‘sprints’ de los domingos. El mejor resultado de Sainz fueron dos novenos puestos en Monza. El resultado era inevitable mientras Helmut Marko estuviera vigilándoles: Sainz ‘de reválida a la defenestrada Fórmula Renault 3.5 (superándola con sobresaliente ‘cum laude’), y Kvyat a ganarse la sustitución de Vettel en Red Bull Racing después de apenas un año de fogueo en el equipo ‘junior’.
Por otra parte, en defensa de Sainz, hay que decir que Marko es un hombre que no atiende a razones. La mala salida de Sainz después de batir a Kvyat por la pole en la primera carrera de Spa, fue definitoria. Comenzaba un calvario para el piloto madrileño, siempre envuelto en el incidente de la prueba de turno, ya fuera porque Jack Harvey se lo llevaba por delante en la frenada de Les Combes, o porque se veía en medio de la ‘montonera’ en plena primera chicane de Monza. Las desdichas culminaron en una bandera negra, cuando los comisarios estimaron que el incidente con Patrick Niederhauser en Abu Dhabi fue por su culpa. Al final de la temporada, Kvyat 1º, Sainz 10º. Para Marko, no había más preguntas, señoría. El programa Red Bull nunca se ha puesto a debatir el papel de la suerte en el resultado de nadie. Bien lo sabe Jean-Eric Vergne cuando se queja de que sus jefes no tuvieron en cuenta sus desdichas con la fiabilidad cuando se decantaron por ascender a Ricciardo. Y, en cierta manera, Sainz lo corroboró cuando todos los ojos se pusieron en Verstappen, olvidando la colección de abandonos mecánicos cosechada por el español en 2015.
Llama la atención esta variabilidad en el rendimiento de dos pilotos que supuestamente contaban con el mismo equipamiento; y llama aún más la atención si consideramos que, entre otras novedades, el monoplaza GP3 de 2013 permitía muchas más posibilidades de configuración en componentes como la suspensión, introduciendo factores desconocidos hasta entonces en la corta vida del campeonato (por no hablar de los 20 kg menos de peso y del paso de un motor turbo de 280 CV a un atmosférico de 400 CV; pero esa es otra historia… ¿o no? ¿O acaso Sainz maneja mejor que el ruso la súbita entrega de potencia de un motor turboalimentado y eso explica que tres años después le esté devolviendo la ‘paliza’? ¿Acaso gestiona mejor que Kvyat el desplazamiento de la masa dinámica del coche en el momento de acelerar de nuevo? Lo que daríamos por las pistas que nos pudiera aportar la telemetría, o incluso la simple observación desde el exterior de una curva lenta).
¿Puede Kvyat reencontrar su forma cuando la categoría reina regrese junto a sus teloneras en Spa-Francorchamps? Como él mismo ya sabe tras haberse hecho con el título 2013 de la GP3, unas vacaciones obran milagros en la mente de los deportistas…